
Con los ojos apretujados y un intenso deseo de dormir para ya no ser más dueño del tiempo, de esas ocho horas imposibles de manejar, al ser una eternidad ocultada en números, mentira que Martín comenzaba a conocer en las primeras clases de aritmética pero nunca creería totalmente al no dar 4 + 4 Jen, tres letras que durante su vida relacionaría con dolor y soledad, como si la primera imagen de ella estuviera inmóvil en su mente al no tener explicación, por llegar a ella en un tropiezo de casualidades, tan perdido como al inicio, el sonriente Martín había entrado a un salón que no era el suyo, allí estaba su profesora de Inglés Jen, de la que nunca había reparado al ser tan igual a los otros maestros, hablan, hablan, hablan, llenando sus oídos con palabras y frases hasta conducirlo casi a la locura, ahí estaba, el la veía llorar, no lágrimas sino ilusiones mezcladas con realidad que se desvanecían por sus mejillas, aquellas mismas que tantas veces había acariciado el rostro de su mamá a causa de una realidad que no podía soportar, Jen tenía el cuerpo apoyado en la mesa como sino fuera capaz con su peso, los brazos extendidos y la mirada perdida, le infringía una belleza desoladora, Martín la contempló así unos segundos los suficientes para saberse ya no dueños de sí, se acerca a ella y toma uno de sus largos dedos con su pequeña mano y sonríe para tratar de parar su llanto, ella lo mira durante un instante aterrorizada con la idea de haber sido observada, torpemente se esparce las lágrimas por todo su rostro con la mano que no ha sido atrapada y pregunta con una dulce voz cansada ¿ Martín que haces aquí?
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